Recorrí el
camino de una despedida, encontrándome con personas que había olvidado y
sentimientos que me abandonaron y que regresan a cerrar el círculo de lo que
nunca confesamos. Me encontré con palabras que apaciguaron mis miedos e
inseguridades, con actitudes que me sorprendieron y enseguida me llenaron de
regocijo. Entonces quise que mi mente se convirtiera en una cámara fotográfica
para recoger todos los lugares y detalles que veían mis ojos, me pregunte si en
algún momento retornaría a aquellas
tierras que corrían presurosos a convertirse en mi pasado, en cada segundo que
pasaba este se integraba por cosas que me negaba a dejar pero que se convertían
en algo inevitable. Envolviendo mis recuerdos en pequeñas cosas continúo sin
poder imaginar las palabras correctas, desesperadamente hice lo que me quedaba
por hacer pero no hubo respuesta, es posible que sea lo mejor para todos.
Enseguida todo continúa su rombo, en una tarde de jueves simplemente me alisto para partir a mi última
parada, quizá las lágrimas inundaron mi rostro, los recuerdos mi mente y
simplemente no hay más nada que sentir.
La noche
transcurre rápidamente, una sorpresa me da la última despedida. En medio de la
madrugada la oscuridad es mi último panorama, las pequeñas luces parpadean
lejanas mientras me adentro a la ciudad que se queda en el tintero de mis
planes. En el último instante, que más podría decir, me dirijo hacia un lugar
desconocido, hacia personas desconocidas y sin la menor idea del rumbo que
tomare, las palabras sobran, la voz en mi interior promete no olvidar, promete
volver, promete encontrar el porqué y que este valga la pena.
Palik
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